Un soldado que está por primera vez de centinela cree ver avanzar un bulto entre las sombras de la noche. Sin meterse en más averiguaciones se echa el fusil a la cara y hace fuego. Súbitamente, recordando la consigna, y muy seguro por lo visto, de su buena puntería, grita a voz en cuello: «¡Alto! ¿Quién vivía?
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A una mujer a quien había mordido un perro, le advirtió su médico que hiciera testamento porque estaba en inminente peligro de morir atacada de hidrofobia.
Armada de lápiz y papel llevaba ya la señora tan largo rato sin dar paz a la mano que el médico le dijo:
—Por lo visto es un poquito largo su testamento…
—¿Testamento? Nada de eso, doctor! Estoy haciendo la lista de las personas a quienes voy a morder.
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—¿Como quiere que le pague si no tengo dinero? —dice el deudor— usted no puede sacar sangre de un ladrillo.
—¿Y quien le ha dicho que usted es un ladrillo? — contesta el acreedor arremangándose, furioso.