Henri de Régnier
Acuéstate en la playa y recoge en la mano
para dejar que escurra después, grano por grano,
la hermosa arena rubia que el sol hace de oro;
cierra luego los ojos, mas, ántes, vé el sonoro
mar que la orilla besa, y el cielo transparente,
y cuando, poco a poco, sientas que dulcemente
no queda peso alguno en tu mano ligera,
abre otra vez los párpados; pero ántes considera
que nuestra propia vida toma y devuelve activa
a las eternas playas su arena fugitiva.
(Tradujo: Enrique González Martínez)