CUENTO GANADOR DE ESCRITOR PICHILEMINO: MI ZAPATO IZQUIERDO

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NOTA DEL EDITOR: Ahora estamos en paz. Teníamos esta deuda pendiente con el autor y con nuestros ciber lectores. Hoy nos hicimos del cuento que ganó una mención honrosa el año pasado en el concurso que organizan los “nerudianos sanfernandinos” anualmente. El año pasado fue en la categoría Cuento Corto y, para este año, será en Poesía.
El concurso tuvo una gran convocatoria. Y, el año pasado, dos pichileminos obtuvieron menciones en la categoría Cuento Corto, para escritores “sin experiencia”. Uno de ellos fue este cuento que transcribimos en la tarde de hoy. Y el otro, fue “El Japonés” que dimos a conocer allá por el mes de Octubre pasado (que si tiene interés, igual lo puede ubicar y leer).

MI ZAPATO IZQUIERDO (Cuento Irreal)

Por José Sepúlveda Silva

Me llamo Aritmético Teja. Tengo 36 años, soletero, comerciante ocasional en antigüedades, por la escasa demanda de mi profesión Contador.
Dedico mi tiempo libre a buscar en cachureos y casa de remates pequeñas piezas curiosas y de cierta antigüedad que posteriormente vendo a Decoradores o Vitrinistas, lo que me permite un pasar digno.
Un día, en que comienza mi increíble historia, di en una mansión en que herederos ofrecían en venta todo el mobiliario, menajes, cristalerías y otros, todo de comienzos del siglo pasado y no había interés en conservarlo en la familia. Me llamó la atención una caja de madera, manchada, polvorienta, aun así se podía distinguir en su tapa un grabado de un zapato, modelo muy en boga a comienzos del 900.
Consulté a la encargada de la venta, el origen de la caja. Me informó que era común en esa época mantener los zapatos protegidos de otras prendas cuando se viajaba, y que esa cajita fue propiedad de su abuelo, pero que lamentablemente la llave que permitía abrirla se había extraviado, mas si me interesaba llevarla me la obsequiaba.
Acepté la generosa oferta y al agradecer el regalo, la dama me señaló una antigua foto en sepia, de un elegante e imponente caballero. La foto había captado la arrogancia y fortaleza en la mirada. El era mi abuelo, me confidenció. A él perteneció la caja, era un hombre que hizo de la nada una gran fortuna y muy dado a las cosas sobrenaturales.
Nos despedimos cordialmente y me apresuré a llegar a mi casa con el precioso y misterioso obsequio.
Comienzo a limpiar la misteriosa caja. Aparece el hermoso grabado del zapato y el brillo de la fina madera. Al pulir más el dibujo, la tapa se levanta y aparecen en su interior los zapatos de varón, el más bello modelo que haya contemplado. Eran unos botines de caña corta color naranja encendido, puntas cuadradas y un cuero tan bien trabajado que parecía una seda. No demoré en calzarlo. Los zapatos se adaptaron a mis pies como hechos a la medida. Sentí una corriente por todo mi cuerpo y un alivio inmediato al molesto callo que me atormentaba por años. Al flectar el pie para dar un paso, el zapato izquierdo emitió un sonoro y melodioso Quish, Quish. Una energía desconocida me invadió y decidí salir a la calle, caminar, correr, reír, abrazar a todo el mundo. Ya en la calle, noté la mirada de admiración de las damas que no apartaban la vista de mis bellos zapatos. Percibí también la mirada de envidia de los varones, y en general la excitación que producía mi zapatito izquierdo con su sonoro Quish, Quish …
Sin darme cuenta, comienzan a suceder hechos inesperados. Gente que me rehuía, por mi mala situación económica, me saludan, invitan a sus casas, damas que me rechazaron mis devaneos amorosos, no dudan en aceptar añejas invitación, ofensivamente rechazadas en su oportunidad. Otros deudores que daba por perdidos aparecen a cancelar sus deudas conmigo y agregando voluntariamente jugosos intereses. No paran ahí las sorpresas. Después de recorrer varios sitios de remates y ventas, ya que mis habituales compradores de chuchearías me tenían tapado a pedidos antes nunca imaginado, visiblemente cansado decido regresar a casa en un coche de alquiler. Normalmente llevo conmigo un maletín de cuero para cargar alguna pieza de ornato que pudiese adquirir.
Al interior del coche el cansancio me vence. Al llegar a mi domicilio el cochero me despierta, pago la carrera, tomo mi maletín y llego a tenderme. Al despertar a la mañana siguiente recién reparo que mi maletín opaco y arrugado, luce brillante y terso. Intrigado lo abro y en su interior encuentro una gran cantidad de cheques, letras de cambio por un alto valor, además de una gruesa cantidad de monedas extranjeras en billetes. Caigo en cuenta que equivoqué, al bajar del coche, el maletín que otra persona dejó olvidado. Busco entre los documentos y doy con una tarjeta que dice: “Propiedades Eustaquio Estropicio” Empresas de Inversiones Catalunya. Calle tanto, Fono tanto, Santiago.
No dudo en ir a un teléfono público y dar cuenta que tengo en mi poder tal cantidad de valores. Doy mi dirección y pido que alguien debidamente identificado venga a retirarlo. No pasan diez minutos cuando un lujoso automóvil se detiene en mi puerta. Baja un elegante caballero y con voz tonante inquiere. ¡Aritmético Teja! Cuánto pides por el rescate de mis documentos ¿ah? Soy Eustaquio Estropicio.
– Señor, respondo. No pido nada, solo quiero devolver algo que no es mío y lamento haber tomado por error un maletín equivocado del coche que ocupé para volver anoche a mi casa. Aquí tiene su pertenencia.
– Replica: Pardiez y me cago en la leche, me devuelves una fortuna y no pides nada o eres un tonto de capirote y te chorrea la honradez. Yo no me puedo ir sin recompensar tu gesto. Dime en que trabajas.
– Respondo, en estos momentos no tengo trabajo. Soy contador cesante y me mantengo comprando y vendiendo chuchearías.
– Toma mi tarjeta, dice don Eustaquio. Desde mañana estás contratado en mi empresa como Contador y con un sueldo de gerente. ¡Vale!
Al prepararme al día siguiente para concurrir a mi nuevo empleo, al ponerme mis zapatos, noto con pavor que mi zapatito izquierdo está opaco, arrugado. Lo doblo y en vez del sonoro Quish, que lo hace tan especial, un sordo y débil Quish casi agonizante sale de su interior.
Desesperado salgo a buscar ayuda. Recorro cuadras, y al fin doy con un boliche. En su frontis un letrero reza: “CLÍNICA DEL CALZADO DEL DR. GANGOCHO”. Casos difíciles, tratamientos de recuperación. Paso a la consulta del distinguido facultativo. Examina prolijamente mi zapatito enfermo y con grave voz me informa: Señor Teja, su zapatito izquierdo padece el Mal de la Chancleta, que afecta su autoestima, no es mortal pero requiere para su recuperación mucho sol, aire puro y por sobre todo AMOR. Son $5.000= la consulta y que le vaya bien.
Salgo con una luz de esperanza, adquiero en una juguetería un carrito de madera e instalo en él a mi zapatito izquierdo. Me dirijo al parque más cercano y lo paseo por horas. Agotado me siento a descansar en un escaño. Una hermosa joven se ubica a mi lado.
– Perdón señor, me dirige la palabra. No soy de este país. Me llamo Mariette y estoy intrigada por verlo pasear un zapatito en un carro de madera. ¿Es una costumbre del país o un rito secreto?
– Mariette, respondí. Le contaré la historia cómo este zapatito cambió mi vida. Reparo recién que la joven además de su belleza viste muy elegante y calza unas bellas y coquetas botitas blancas.
Cuento mi experiencia y al llegar al momento de la crisis de mi zapatito rompo a llorar. Mariette también se emociona y llora junto conmigo. Apoyo mi cabeza en su voluptuoso pecho y sucede algo inusitado: El carrito con mi zapatito se mueve solo y se pega a la botita izquierda de Mariette. El enfermito comienza a emitir un débil Quish y la botita de Mariette responde con un amoroso Shuip. Mi zapatito canta con más fuerza, recupera su color. ¡Se ha curado!
Mariette y yo no volvimos a separarnos ….< br style="clear:both;" />

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