MÁS PERDIDA QUE "EL TENIENTE BELLO" CARTA ENTREGADA EN LA MONEDA

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Ayer se cumplió un año más de uno de los grandes misterios que rodean los inicios de la aviación en Chile, país que -a poco del vuelo de los Hermanos Orville y Wilbur Wright, en Kitty Hawk, Carolina del Norte, EE.UU.- se convirtió en uno de los paises precursores de la aviación en latinoamérica, con grandes proezas aeronáuticas; pero también con algunas tragedias que enlutaron las “alas chilenas”.
Si, en efecto, en el día de ayer se cumplieron 92 años del desaparecimiento del piloto Alejandro Bello, del Ejército de Chile, y que desapareció sin que hasta hoy se haya encontrado el menor rastro de su aparato, menos de su cuerpo.
El hecho -con los años- dio paso al dicho “anda más perdido que el Teniente Bello”.
Sin embargo, por iniciativa de varios entes, ayer se hizo entrega al Presidente Ricardo Lagos -que mañana entrega el mando a su sucesora, la electa Presidenta Michelle Bachelet- de una Carta para reivindicar “de alguna manera el nombre del Teniente Alejandro Bello”.
Una muy buena iniciativa, pero tremendamente INOPORTUNA, pues dicha carta no tendrá buen destino. Es como si la Carta se la “hubieran tirado desde el aire”, ya que lo más probable es que no la leerá. El es un hombre para otras cosas, no para leer cartas; menos para contestarlas.
A él le gusta -bueno, le gustaba- que le hicieran escándalos enfrente del Palacio de La Moneda, con los medios de comunicación para él contestar o “mandar a cierta parte” a quienes osan molestarlo.
Cartas a través de los conductos regulares simplemente NO TIENEN RESPUESTA. Y no lo vamos a saber nosotros.
Cuando fue Ministro de Estado si tenía tiempo de leer y contestar. Ya con la banda presidencial no tuvo tiempo.
Es por ello que no será él quien dé una respuesta sobre el Teniente Bello.
Pero veamos algo más sobre quién fue el Teniente Bello, que tras perderse hace 92 años atrás fue buscado intensamente por toda la costa central, incluso hasta Pichilemu, según publicaciones que hemos leido al respecto.

¿Y qué fue del Teniente Bello?
Martes 9 de Marzo de 2004
14:06
Felipe Gálvez T, El Mercurio en Internet

El aire enfría la nariz de Alejandro Bello, quien desesperadamente trata de mantener en el aire su avión, que luego de unas tres horas de vuelo ya casi se ha quedado sin combustible. Pero es arriesgado descender en cualquier parte, piensa Bello, en especial por la espesa neblina que ya cubre casi todo el cielo.
El teniente mira a su izquierda y luego a su derecha, pero no es mucho lo que ve. Las mismas alas del Sánchez Besa, de 80 caballos de fuerza, aparentan desaparecer entre tanta nubosidad. El nerviosismo se apodera del hábil y valiente piloto que se atrevió a emprender el vuelo con destino a Cartagena para conseguir su diploma de aviador militar.
¿Sabría, Bello, que esa entereza no le serviría para lograr su objetivo? ¿O que las fuerzas de la naturaleza, sumadas a las características del endeble aparato, le impedirían demostrar su calidad a bordo? ¿Estaría enterado, acaso, que su intento por encontrar un lugar para aterrizar sería inútil y que al descender no hallaría más que el extenso mar, lejos de la costa?
Nadie puede asegurar nada de la historia del aviador chileno, ni si estaba nervioso, ni si intentó una maniobra riesgosa, ni menos si sabía dónde estaba. Porque tras verlo partir desde el aeródromo de Culitrín, en Buin, sus compañeros tampoco sabían que ese momento significaba el adiós definitivo. No estaban conscientes que su destino era no verlo más y que sólo de esa forma el teniente Bello pasaría a formar parte de la historia de la aeronáutica chilena, pero también se quedaría por siempre en la memoria de todos.

Más perdido que Bello

Más perdido que Bello estaba el sargento Menadier, que aterrizó en una loma cercana a la estación Marruecos (en la localidad del mismo nombre, que actualmente se llama Padre Hurtado), creyendo que estaba en Lo Espejo, pero el hoy famoso dicho, en ese entonces, hace 90 años, todavía no tenía razón de ser.
Era el lunes 9 de marzo de 1914. Menadier, y los tenientes Bello, Ponce y Torres, habían emprendido vuelo de madrugada para completar el trazado Aeródromo Lo Espejo-Culitrín-Cartagena-Lo Espejo, como prueba para conseguir su título de piloto militar.
Pero los compañeros tuvieron poca fortuna. Habían despegado alrededor de las cinco de la mañana, pero sólo dos horas después estaban de regreso en Lo Espejo, sin poder completar la primera fase. Se quejaban del viento y la bruma, que impidió a todos la visibilidad necesaria para el aterrizaje en Culitrín, en Buin.
El capitán Manuel Ávalos, director de la Escuela Aeronáutica de Lo Espejo, y el general Arístides Pinto Concha, inspector de aeronáutica, los reciben tras el retorno. “A más de 800 metros de altura me dirigí a Culitrín, donde llegué cerca de las seis, pero no pude aterrizar debido a que una espesa neblina me impedía ver. Durante más de una hora intenté hacerlo, pero como la atmósfera no se despejaba, resolví volver”, le explica Bello.
Pero su amor por el vuelo y la admiración que siente por los héroes patrios motivan a Bello a reemprender el viaje. El teniente había ingresado en 1909 a la Escuela Militar, pero luego se cambió a la escuela de Lo Espejo, con el fin de recibirse como piloto. Ahí aprendió a pilotear e incluso estuvo en Francia, donde recibió clases de vuelo.
Recordando eso, Bello se ajusta el casco y los lentes y nuevamente está en el aire. Esta vez, eso sí, lo hace a bordo del Sánchez Besa Nº13 ‘Manuel Rodríguez’, de un compañero de la escuela que no volaba ese día. El suyo había sufrido un desperfecto al momento de aterrizar.
Lo acompaña Ponce, quien también se atrevió a continuar con la difícil ruta. Pero esta vez las cosas parecen mejor. El teniente Pérez Lavín los ve aterrizar sin problemas en Culitrín, a pesar del fuerte viento que los recibe en esa localidad cercana a Paine.
Dada la buena fortuna y esperanzados en que las condiciones se los permitieran, ambos emprenden vuelo, alrededor de las cinco de la tarde. La idea es llegar a Cartagena antes de que la noche les impida maniobrar. Sin embargo, tal como ocurrió temprano al iniciar la prueba, la neblina amenaza con dificultar la labor de los pilotos.
En los primeros momentos de ese vuelo, ambos pilotos sabían perfectamente la ubicación de su compañero. Bello guiaba su avión más adelante, por lo que Ponce, que viajaba en un Breguet, seguía cada uno de sus movimientos. Las nubes comenzaban a ser más densas, obligando a los pilotos a tomar mayor altura para evitarlas.
La situación se volvió una complicación para Ponce que a ratos perdía de vista al teniente y temía por su suerte. Iba y venía entre los nubarrones tratando de divisar a Bello.
Pero tal como desaparecía, Bello reaparecía luego ante la vista de Ponce, que lo observaba como un punto en el horizonte. Pero la situación no se mantendría por mucho tiempo más. Luego de dos o tres horas de vuelo, Ponce se ve obligado a realizar un aterrizaje forzoso porque la bencina de su avión se agotaba. Un fundo en Buin fue el lugar donde el piloto tocó tierra. Estaba extraviado.
Poco después de que Ponce descendiera, Ávalos solicitó a Cartagena informes sobre los alumnos. Ahí se enteró del aterrizaje del Breguet, pero le anunciaron que de Bello no había señales. Preocupado y temiendo un aterrizaje en un lugar despoblado, el capitán hizo la primera solicitud de búsqueda del teniente.

¿Dónde está Bello?
La primera noticia del aviador extraviado provino desde Llo-Lleo. Una campesina aseguró a la policía que Bello había aterrizado en ese lugar. La noticia era falsa, por lo que la búsqueda continuó en Melipilla, San Antonio y Cartagena.
Mientr
as la Armada colaboraba con la búsqueda en el Pacífico, llovían las noticias erradas sobre el paradero de Bello. Desde San Antonio, periodistas informaban que el teniente había caído en la hacienda La Boca, cercana al puerto.
Campesinos aseguraban que estaba en la hacienda El Convento, unos pescadores dijeron que escucharon el ruido de un avión internándose hacia mar, y una pobladora de Cartagena juró haber visto cerca de su casa “un pájaro enorme y raro que hacía bulla”.
La búsqueda continuó por espacio de diez días de parte de la policía y personal de la aeronáutica y la marina.
Marinos, periodistas y familiares del desaparecido emprendieron una última y desesperada búsqueda en el mar. Pero no hay rastro del piloto ni de su nave.
Desde entonces serían innumerables los rumores y relatos para tratar de explicar la tragedia que enlutó a la Fuerza Aérea. El jueves 19 de marzo, el Gobierno de Ramón Barros Luco dio por finalizada la búsqueda del teniente Alejandro Bello Silva.
Hoy, el teniente es recordado más por su desafortunada pérdida que por la valentía con que emprendió el vuelo para obtener su título. El clásico dicho “Más perdido que el teniente Bello’’ suena a diario entre quienes no hallan o pierden su camino. Pero, quién sabe, quizás el piloto tenía muy clara su dirección. Quizás el aire frío le ordenó en la mente los pensamientos, los recuerdos de su infancia y su familia, los de los hermanos Wright, inventando el vuelo por los aires. El mismo que en ese 9 de marzo de 1914, hace 90 años, le sirvió de despedida, pero también de llave para entrar en la historia de la aviación en Chile.

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