"LOLITA", EL ESCRITOR MANUEL ROJAS, CÁHUIL Y OTRAS YERBAS

«LOLITA», EL ESCRITOR MANUEL ROJAS, CÁHUIL Y OTRAS YERBAS

Muchas veces adoptamos palabras a nuestro vocabulario porque lo oímos en la radio, en la televisión, o lo leímos en algún medio escrito, diario, libro, etcétera.
Y de pronto, de tanto repetirla pasan a ser palabras que -incluso- la Academia Real de la Lengua, las incluye oficialmente con la correspondiente descripción del concepto.
Una de estas miles de palabras es Lolita. La que se usa para identificar a jovencitas quinceañeras -con un rango hacia abajo como para arriba- pero que lleva usándose más de cincuenta años.
¿Sabe de dónde surgió? ¡No!, pues bien, este nombre fue el nombre de la novela que usó el escritor ruso Vladimir Nabokov, y con la cual logró una notoriedad y muchos dólares por su éxito, y por las polémicas que generó en su tiempo, llegándose a prohibir su edición por un tiempo, por el tema que trataba: la relación que se produce entre un escritor de edad ya cincuentón según recuerdo y una «mocosita» de unos 12 años, bastante desarrollada y con un encanto «muy especial» que cautivaba e incitaba -cual nínfula- inconcientemente (¿?) .., produciendo una turbación y fascinación que ni le cuento.
No le voy a contar la novela por cierto, pero debo confesar que allá por los años sesenta y dos, cuando se empezó a hablar de la película Lolita, que protagonizaba la novel y debutante actriz, Sue Lyon, me enamoré de su imagen y por mucho tiempo uno de mis deseos juveniles era ver la película, que por cierto no era para menores. Además, trabajaban Shelley Winters, Peter Sellers y James Mason, entre otros.
Años después ví la película, pero no protagonizada por esa actriz, sino por Dominique Swain -en el rol de Lolita- Jeremy Irons en el papel del escritor y Melanie Griffith en el papel de la esposa de éste.

LA LOLITA JULIANNE
Leyendo el suplemento literario del Diario la Tercera, del sábado recién pasado, me enteré que nuestro premio nacional, el escritor Manuel Rojas también tuvo a su «Lolita». Incluso, llegué a pensar que -quizás- su colega y escritor ruso se había inspirado en su experiencia. Pero no era así, ya que -pese a ciertas coincidencias- la novela del ruso fue escrita varios años antes.
En efecto, la «lolita» Julianne Clark, de 17 años cayó subyugada ante nuestro escritor, 50 años mayor que la púber norteamericana.
Ocurre que, estando Manuel Rojas dictando cátedra en distintas universidades de Estados Unidos, en los años 60, nació una amistad con su alumna Julianne Clark que los hizo vivir una especial historia de amor.
Manuel Rojas -autor de Hijo de Ladrón (1951), El Vaso de Leche, y premio nacional de Literatura en 1957- había enviudado de su primera esposa, la profesora María Baeza, la que había muerto a la temprana edad de 36 años. Y, pese a que ella lo había inspirado en hermosos versos -Deshecha Rosa (1954)- el escritor no era hombre de una sola mujer. Su segunda esposa fue Valerita López, pero como ya decíamos -estando en Estados Unidos- Manuel Rojas vivió un tórrido affaire que lo llevó a huir buscando tranquilidad para vivir su fulminante pasión.
Los padres de Julianne denunciaron el hecho a la policía y se convirtieron en fugitivos. Contaron con la ayuda y complicidad de los también escritores -Enrique Lafourcade y Fernando Alegría- desafiando y sorteando una serie de obstáculos, tanto morales como legales. En un automóvil llegaron a México donde se casaron finalmente.
Muy luego -cuenta Julianne- nos reconciliamos con mis padres. Así lo cuenta ella: «Una vez en México, le escribí a mi familia y la relación se compuso. Mi mamá vino a pasar la Pascua con nosotros y se fascinó con Manuel. Vio que él era un hombre bueno, que me hacía feliz, y se puso contenta. Ellos tuvieron una relación cordial».
Julianne cuenta que en 1963 volvieron a Estados Unidos y el escritor dictó un curso en la Universidad de Oregon. Luego montaron el auto y tomaron la carretera hasta El Salvador. Desde allí se embarcaron a Santiago, instalándose en Chile, pero en 1970 ella regresó sola a su país, tras una difícil decisión que la llevó a embarazarse, pero de otro hombre. La diferencia de edad y sus deseos de tener un hijo fueron el detonante, aunque seguía amando al escritor. De hecho mantuvieron una estrecha comunicación epistolar, hasta varios años después. Es más, avisada por una amiga en común se enteró de que Rojas estaba gravemente enfermo. Viajo con su hijo pequeño y -según se dice- hubo un emotivo encuentro. Pero cuando agonizaba, su nueva pareja y los hijos del escritor decidieron aislarlo, llevándolo a la playa. Murió el 11 de marzo de 1973.
Cinco día antes su «lolita» debió retornarse nuevamente a su país, donde hasta hoy sigue trabajando como académica y escribiendo.
De hecho la misma Julianne ha anunciado recientemente que está escribiendo un libro sobre su vida con el escritor que fuera su marido. Ahí dará a conocer detalles de una historia que ella mejor que nadie conoce y donde desentrañará ciertas cosas que -cuenta ella- no son tal como se han difundido.
Es una obra que habrá que esperar, pues -sin duda- que al menos traerá un capítulo relacionado con sus veraneos en Cáhuil junto a Manuel Rojas y otras personas del ámbito público.
No olvidemos que, Rojas incluyó hasta un personaje cahuilino -un tal Llanca- en su novela «Punta de Rieles» y en la novela a «Pié por Chile» relata algunas vivencias veraniegas en Cáhuil, Punta de Lobos y Pichilemu.

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