PICHILEMU, MARY ROSE MAC-GILL, LINA SERRA Y MI BISABUELA AMELIA

PICHILEMU, MARY ROSE MAC-GILL, LINA SERRA Y MI BISABUELA AMELIA

Ayer la Julita Astaburuaga -esta chiquilla de corazón eternamente joven- y hoy (ayer) Mary Rose Mac-Gill aparecen mostrando imágenes que inmortalizaron sus bellas figuras que las hicieron destacarse en la alta socialité y que, se mantienen, en cuanto actividad cultural, de modas y otras afines, en las páginas de revistas de papel couché, como las top, entre otras luminarias femeninas.
También el papel «bío-bío» las considera de vez en cuando, como ayer y hoy (ayer miércoles), donde en LUN se refieren a las susodichas. Sin duda que Mary Rose -hoy de 73 años- era tremendamente hermosa a los 17 años y lo demuestra con una preciosa fotografía, de estudio, tomada por Rays (el nombre del fotógrafo del centro santiaguino) que por allá el año 1951 era, también, uno de los tops en su ámbito.
Pero, ¿son ellas las únicas hermosuras de antaño? ¡Por cierto que no!, hay cientos de mujeres chilenas que en su tiempo la llevaban. Recuerdo por ejemplo a Hilda Sour, Malú Gatica, Ester Soré, en el ámbito del espectáculo. Ellas, actrices de teatro y que también incursionaron en el cine. Y Ester Soré -«la Negra Linda»- que en realidad se llamaba Marta Yupangui, de clara ascendencia mapuche, era preciosa. Claro que después un accidente doméstico le quitó la hermosura a su bello rostro, pero fue -sin duda- ¡¡bellísima!!.
Y sin contar a todas las mujeres desconocidas, pero que en cada rincón de nuestra larga faja de tierra nacieron, crecieron y procrearon a otras tantas bellas que nos han hecho, más de alguna vez, mirarlas detenidamente o, los más audaces, proferir un piropo.
En la crónica de hoy (ayer miércoles) -en LUN- el periodista Ariel Diéguez, que la firma, consulta la opinión de entendidos en fotografía sobre la foto de la Lola de 17 años: «Esta foto está súper bien tomada y es muy bonita. Ahora ya no se ven, porque todo es desechable», explica Lina Serra, dueña de un local de fotografía en el Pasaje Agustín Edwards, entre Ahumada y Bandera. Y sigue: «Ojalá hoy se hicieran estos trabajos», dice la mujer que en la vitrina de su local puso una foto de su suegra, bastante parecida a la de Mary Rose Mac-Gill.

LINA
Lina Serra hoy debe tener entre 48 ó 49 años de edad y, con toda seguridad, debe seguir estupenda. Sí, así tal como suena …
A Lina -coincidentemente la conocimos cuando ella tenía 17 ó quizás a lo más, 18 años- en la playa principal de Pichilemu. Fue exactamente el año 1976 cuando vimos claramente, nítidamente, a un angelito que dejaba a todos los varones con la boca abierta. Virtualmente ¡se nos hacían agua los helados! -como dice el dicho popular- al ver a una beldad, desplazarse sinuosamente, despampanante y no con alas, sino con gráciles brazos y piernas que terminaban (o empezaban) en la cintura con un diminuto e infartante bikini blanco que destacaba en la dorada piel canela de Lina.
Lina, aparte de todos los atractivos físicos, tenía una particularidad: en sus finas manos llevaba una cámara Polaroid y ofrecía fotografías sin mediar ninguna mascota: Ella no necesitaba «Llamitas», o «zorro» -como otros fotógrafos, esa temporada- para captar la atención y clientes, como suele suceder desde años no sólo en las playas pichileminas, sino en el país.
¿No me creen? Pues ese año «pichilemunews» reporteaba para el diario La Tercera y, además, trabajamos esa temporada en la playa ofreciendo nuestras instantáneas. Obvio que nos fue como «la mona». Con esa competencia «desleal» que nos hizo Lina, todos los fotógrafos sufrieron pérdidas y la rabia no fue en contra de Lina, ya que era un encanto y delicia verla, sino en contra de su padre -fotógrafo también- quien esa temporada «mataron» con las Polaroid.
No aprovechar retratarla habría sido un «crimen imperdonable», así que ni corto ni perezoso, le hicimos unas tomas y una nota que publicamos en La Tercera. Aparte, averiguamos su dirección y teléfono para llevarle, posteriormente, una ampliación de las tomas, una de las cuales le llevamos a su domicilio en Santiago. Aunque no la encontramos, igual se la dejamos. Pero, mucho tiempo después, caminando por el Paseo Ahumada la veo que viene, sola, y «volteando» a cuanto varón pasaba por su lado. Ella, caminando como una gacela como si nada …. Saqué una hombría -quien sabe de dónde- y la saludé. ¡Hola Lina, te recuerdas de mí, de Pichilemu, yo te saqué unas fotos y las publiqué en La Tercera! La verdad que le tiré todo ese rosario y no le quedó otra que «recordar». Le dí un besito en la mejilla y después de otras palabras de intercambio seguimos cada uno para su lado, ante -sin duda- la envidia de unos cuantos. Yo, la verdad, iba solo, pero quedé con el pecho más inflado que el Pato del Silabario y sin poder comentarlo, hasta ahora, en que afloran los recuerdos …
Esos negativos están en nuestros archivos y -para probar lo que digo- ya irán en una próxima ocasión. Están cercanos, identificados ….
Sigamos con Lina. En la nota, en un fragmento, dice que Lina tiene en las vitrinas de su local, a su suegra, que seguramente debe ser hermosa. Por algo la tiene allí, ¿o no?
Bueno, para no ser menos, yo les mostraré -antes de tiempo- a mi bisabuela paterna, Amelia Gallardo de Saldías (la madre de mi abuelo Eduardo), quien -seguramente- rompió muchos corazones.
Si no lo creen, he aquí la muestra.

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