¿PARA QUÉ MIENTEN?

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¿PARA QUÉ MIENTEN?

Con esta pregunta dieron inicio a su respuesta, Sofía Geraige, una mendocina de 21 años, y Antonella Soldati, su amiga de 18, quienes paseaban por Reñaca y fueron consultadas sobre el nuevo “look” que exhibe el Quinto sector de ese balneario viñamarino.
Y acto seguido, dijeron: “Esa publicidad y esas palmeras son una mentira. Reñaca no es una playa del Caribe, el agua de acá es re helada, las olas son jodidas, pero tienen cosas muy buenas acá que pueden mostrar”, señala Sofía. En tanto Antonella, acota: “Tenés un muy buen carrete, una gran joda y el ambiente que se forma es muy bueno. Eso deberían valorar y no otras cosas”.
Estas impresiones aparecen -el sábado 29 de diciembre- junto a un crónica de LUN, página 6, que titula: “REVUELO POR GARZÓN NEGRO ARRODILLADO EN REÑACA”, refiriéndose a una foto de un afiche que divulga los “nuevos atractivos de Viña del Mar y sus balnearios”; creando una polémica y molestia entre los propios viñamarinos que de diversa forma han expresado su rechazo a la campaña de promoción, en que han recurrido a imágenes que dan cuenta de un país tropical y “bananero” como lo expresa la publicista viñamarina Carolina González, quien además envió cartas al director de LUN para señalar su desazón, entre otros sentimientos.
Pero no es de esto lo que queremos referirnos, sino a un tema que es recurrente y donde un ciudadano común, pero informado, se formula también la pregunta ¿para qué mienten?. De verdad esta pregunta se podría aplicar a montones de temas nacionales, partiendo por los políticos, autoridades y personajes públicos. Sin embargo, la pregunta nos llevará a un mito y a una actividad que produce los vinos, una “carta de presentación” de Chile en el exterior ….
Desde que tenemos uso de razón, se nos ha dicho que Chile es productor de los mejores -o uno de los mejores- vinos. Con los años, hemos ido aprendiendo que eso es chovinismo y, de verdad, en muchos países se producen buenos vinos: Que están a la par de los nuestros y en varios casos, mejores que los que nos dan orgullo. Y esos vinos no solo están en Francia, sino en Estados Unidos, España, Argentina.
Lo mismo pasa, a nivel mundial, con otros productos: las frutas, los wiskies que no solo los produce Escocia, si bien ellos tienen mayor tradición en ese rubro. Igual cosa se produce con las cervezas. No solo los checas y alemanas son las mejores, hay muchas otras excelentes.
En Sudamérica hay unas increíbles, como en Perú, Bolivia y Argentina. También en México.

Pero volvamos al vino.
Si bien Chile, tiene excelentes vinos, en el círculo productor hay algunos mitos que rayan en la majadería, aunque investigadores serios hayan desmitificado -hace rato- la creencia de ciertas cosas que se daban como ciertas, tales como, que las “primeras vides” fueron plantadas en Concepción por el sacerdote Carabantes, en el año 1548 (ciudad fundada recién por el año 1552), en circunstancias que esto ocurrió en los solares al poniente del cerro Huelen y en Ñuñoa (Ñuñohue), único territorio controlado en los albores de la conquista por los invasores europeos, y el primer vitivinicultor no sería otro que don Rodrigo de Araya.
Otra: “Que en Chile se descubrió o se produjo una nueva cepa, el Carmenere”. Cuando en realidad fue “una tomadura de pelo” de los franceses al vender las cepas de Carmenere desestimadas por ellos por razones económicas, por cepas de Merlot. Y los compradores “chilenitos” que se las saben todas (o casi) se tragaron el cuento y siguen con la monserga aquella de haber “creado una nueva cepa, el carmenere”. Después de más de cien años de ignorar que el 75 % de lo que juraron era merlot, en realidad el manoseado carmenere o grande vidure. El viejo cuento del “gato por liebre”.
Quizás para algunos, esto no tiene sentido y está demás señalar o derechamente ellos -los productores, vinicultores, viñateros, etcétera, etcétera- digan con displicencia ¿y quién eres tú para hablar de ello?. Aún así, podemos decir que no necesariamente hay que ser “productor de vinos” para saber de vinos, aunque en mi caso no sepa de “grandes vinos”, pero sí sabemos descubrir cuándo se miente y cuándo no.
No podemos decir tampoco que los vinos chilenos no sean buenos por “esos detalles”, pero tampoco podemos “abonar” simples campañas de marketing tan burdas como las que dan inicio a este artículo.
Si se miente en aquellos detalles, porque debo creer a un productor que su vino tal ha tenido una guarda en barrica de encina o roble, o en cambio el contacto con la madera se lo dado un aserrín, etcétera.
VINOS DE EXPORTACIÓN
Hoy, Chile exporta sin duda una gran cantidad de “vinos de exportación” -valga la redundancia- que aquí en Chile cualquier mortal no se lo toma todos los días y cada rato. Aunque sí, en el exterior, cualquier persona de clase media -e incluso de más abajo- si se lo puede tomar. Por ejemplo: Un vino que aquí en Chile, en un Restaurant, puede costar 80 dólares o 100 dólares (45 mil y 55 mil pesos, respectivamente), afuera se lo puede adquirir por 3 ó 4 dólares de promedio. Y un chileno -y así ha ocurrido efectivamente- afuera lo compra, se lo trae y se lo toma (o se lo sirve); pero que acá en el país -aún teniendo los medios- jamás compraría. Obviamente que hay excepciones, pero lo hace una persona que quiere darse el gusto con amigos y pues, en forma pública, no en privado. En este caso, las “apariencias” no engañan ….
¿Cuesta creer este tipo de cosas, verdad?
Pero es una verdad que no es difícil descubrir, pues las cifras de exportación que entrega el Banco Central son reales. ¡VERDADERAS! y éstas señalan que se exportaron tal cantidad de cajas de botellas de vinos y si uno divide las divisas que ello significan, los valores arrojan una cifra promedio de 3 a 4 dólares por botella.
¿Cuál es la razón? Simplemente por un tema de marketing. Para lograr “meter” el producto y porque si bien los VINOS SON BUENOS, EXCELENTES, los que saben de vinos y quiénes adquieren los vinos saben de la historia …. Y cuando no hay credibilidad cuesta “vender” el cuento aún, como ya dijimos, siendo los vinos unos excelentes productos que valen el precio que acá en Chile vale oro.
¿Se logrará posicionar los vinos chilenos con valores reales alguna vez? Difícil saberlo, pero sin duda que ello costará más aún si se persiste en seguir “con cuentos no creíbles”.
Este tema podemos seguir “degustándolo” con otros mitos.
Sin embargo, haremos un paréntesis para volver con las argentinas que si bien dan en el clavo con su respuesta de ¿para qué mienten?, no hay que olvidar que los argentinos -en el tema turístico- son igualmente “vendedores de pomada”, muchas de las cuales están sustentadas en un betún muy frágil que ni ellos se las creen. Están los casos de “las rocas, o piedras” donde posó su humanidad el Padre de la Patria o ¿Palito Ortega?. ¡En fin! son muchos los aspectos que son usados muy burdamente en algunas partes para vender u ofrecer novedades en aras de conseguir un logro, muchas veces cazando incautos por décadas y décadas.
Pero el mundo va evolucionando y no es tan inocente. Y lógico, cansado de pasar por ello, valora cuentos más reales y palpables, como por ejemplo, “vivir experiencias” más prácticas, vivenciales, placenteras, de aventura y más personales.
Y ya en nuestro balneario, hay mitos tales como “el primer Casino del país” que es una soberana mentira. Pese a ello, la mayoría se resiste a la verdad y lo siguen repitiendo una y otra vez. En algunos casos, son personas que se enervan con otros mitos comunales: “Esta es la Pila bautismal donde fue bautizado José María Caro Rodríguez, quien llegó a ser el Primer Cardenal de Chile”. Esta frase se escucha mucho cuando se visita la Iglesia de Ciruelos y no es verdad lo que allí se
afirma; pero se sigue repitiendo.

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