AVIACIÓN CHILENA EN UN MES IMPORTANTE EN SU HISTORIA: HITOS DE GLORIA Y MUERTE
Por estos días, la Fuerza Aérea de Chile ha celebrado un 78º aniversario más de su creación, allá por el año 1930. En esta ocasión –por primera vez- el acto central se realizó en regiones: Antofagasta. Más precisamente en la Base Militar y a la vez el Aeropuerto “Cerro Moreno”, distante 40 kilómetros al norte de la Perla nortina y a escasos metros del monumento natural que es la Portada.
Allá en el norte grande ha sido el escenario para conmemorar tan magna fecha y reflexionar del papel aeronáutico que le compete a esa rama de las Fuerzas Armadas, donde –entre otras cosas- se manifestó la inquietud por el fenómeno, no nuevo por desgracia, que experimenta la Fuerza Aérea, la que pierde anualmente a varios pilotos de sus filas. No por la pérdida humana –como sucedía con cierta frecuencia a los inicios de la aviación en todo el mundo, sino por el éxodo de sus pilotos a líneas aéreas comerciales.
Todo ello motivado por los valores de mercado. Pero donde claramente el estado pierde millones de dólares en capital humano, el que es formado, preparado, para que después de un tiempo, las “grúas comerciales” se los lleven literalmente SIN GASTAR prácticamente NADA EN SU PREPARACIÓN, en su entrenamiento. Inquietud dejada de manifiesto –insistimos- porque los pilotos, de un día para otro, renuncian a la carrera militar, no porque “se les termine su amor por volar”, sino por los atractivos sueldos del sector privado, que se redoblan y triplican en líneas comerciales, ya de pasajeros o carga. Un tema que –quiérase o no- tendrá que ser abordado por las autoridades que hasta ahora se han hecho –era que no- los sordos.
LA HISTORIA
Si nos remontamos a expresiones –ya de leyendas o de historia- en el campo de la aviación, ésta se remonta a los intentos de Ícaro y Dédalo por volar, todos en vanos sueños.
Pasaron 1783 años de la era cristiana, para que la historia dejara reflejado que un 19 de octubre de ese año, un intrépido francés llamado Pilatre de Rozier se elevara –primero- en un globo aerostático cautivo.
Poco más de un mes después, este mismo francés, realiza por primera vez un vuelo libre en el mismo aparato.
Tan solo dos años después, en un día del mes de marzo de 1785, el navegante francés La Perousse, eleva en la ciudad de Concepción un globo aerostático sin tripulación.
Ese hecho está marcado como el inicio a la historia aeronáutica en Chile. Sin embargo, tenía que pasar mucho “aire y viento” para que el hombre pudiera sentirse dominador de esos elementos para cumplir con ese sueño de volar e imitar a las aves.
En efecto, el 9 de Octubre de 1890 nuevamente un francés sorprende. Es Clement Ader y su “armatoste” el que se logra “elevar” en el aire con un aparto de su invención.
Trece años después, el 17 de diciembre de 1903, en Kitty Hawk, en Estados Unidos, los hermanos Orville y Wilbur Wright vuelan con éxito en un aparato en un tramo de “40 metros”. Hoy tan solo las alas de un aparato sobrepasan con largueza esa longitud.
El influjo que ejercía el sueño de volar, motivó a que acaudalados, diarios y gobiernos, incentivaran el desarrollo de la aviación, anunciando grandes sumas de dinero a quienes lograran aparatos de volar más alto, más rápido, con más peso o pasajeros; desatándose una verdadera carrera que dio sus resultados y, cada logro era sobrepasado –de una u otra forma- tanto en estados Unidos como en Europa.
Chile, a través, del diplomático Luis Sánchez Besa .-que se apasionó por la aviación- el año 1908 era ya un avezado piloto y constructor de aviones.
Llegó a convertirse en connotado piloto, ganador de competencias, llevándolo al pináculo de la gloria en varias de ellas, como piloto y sus aviones que eran admirados por otros franceses como Lois Bleriot, Gabriel Voisin, Henri Farman, famosos constructores de diferentes modelos de aviones que también destacaron, como otros en los inicios de esta carrera aviática.
A Europa viajan privados a conocer este desarrollo, como también, son enviados militares –los Generales Pedro Darnell, Arístides Pinto Concha, para que informen del material y estructura organizacional de la aviación milita- en tanto el Capitán Manuel Avalos, para que obtenga su Brevet de Piloto y pueda, luego, instruir a alumnos pilotos. También a mecánicos –Miguel Cabezas y Pedro Donoso- para que se especialicen en la aviación, aparte de hacer el curso de piloto, y tras trabajar en fábricas de aviones en Francia, entregan un completo informe para establecer de mejor forma una Escuela de Aviación.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. El riesgo evidente de esta disciplina cobra sus víctimas en la persona del piloto civil Luis Alberto Acevedo, quien se desploma junto a su avión en el río Bio-Bio el 13 de Abril de 1913.
Antes de un año, Chile es nuevamente remecido por una desgracia: El Teniente Francisco Mery se transforma en el primer mártir de la aviación militar, quien cae dentro del Campo de Aviación, en Lo Espejo, cuando realizaba prácticas de vuelo el 11 de enero de 1914. Dos meses después el país era sacudido con la desaparición del piloto militar y Teniente Alejandro Bello Silva, dando inicio a toda clase de especulaciones en torno a su muerte, la que al cabo de casi 100 años sigue siendo una incógnita que algunos aún persisten en desentrañar. Ello ocurrió un 9 de Marzo de 1914.
No obstante, pese a las diversas hipótesis, que indican que se habría caído en las quebradas cercanas a la costa, frente a Cartagena, muchos indican que en medio de las nubes y la noche se internó en el mar infinito, hasta que agotado el combustible se sumergió en las profundidades.
Por varios días, se organizaron patrullas de militares y voluntarios que rastrearon desde Pichilemu hasta Valparaíso por la costa, en busca de posibles rastros del cuerpo y del aparato, pero nada se encontró. Por aire, por mar y en tierra fue buscado.
Otras tantas patrullas, subieron y bajaron por quebradas y cerros en un perímetro que junto a otros pilotos, cada uno en su avión –Teniente Tucapel Ponce, Teniente Torres, el Sargento Menadier – debían cumplir.
El Teniente Ponce a raíz de la neblina decidió volver y a la altura de Melipilla, a menos de cien metros de distancia se cruzó con el Teniente Bello. Incluso se saludaron alzando sus manos.
Aunque todos llegaron con diversas dificultades, el Teniente Bello desapareció definitivamente.
PICHILEMU Y LA AVIACIÓN
Nuestra comuna está unida a la aviación por varios hechos, similares a lo que acontece a cientos de comunas y ciudades del país.
En primer lugar por la llegada del primer avión militar, allá por los años treinta cuando un domingo los deportistas que disputaban un animado partido en el sector El Llano –en la calle Carrera con Santa María- debieron suspender la pichanga y sacar los improvisados “arcos” para darle más espacio al aparato que pasaba a baja altura con signos evidentes de aterrizar. Y así lo hizo. De ello quedó el registro de una foto, pero no del nombre del piloto, quien después de buscar un lugar para “cambiar aguas”, agradeció la colaboración y emprendió rumbo a su Base.
Posteriormente, aviones de los Clubes Aéreos de Rancagua, San Fernando entre otros, hicieron prender el entusiasmo para que jóvenes pichileminos anidaran su deseo de volar. Así llegamos a los años cincuenta cuando Gustavo González llegó a la Escuela de Aviación. Se hizo piloto de guerra y fue uno de los integrantes de la Escuadrilla “Cóndores de Plata”, antecesora de los actuales “Halcones”, famosa escuadrilla acrobática que se ha paseado por los cinco continentes con sus infartantes pruebas, logrando –incluso- premios internacionales ante otras escuadrillas extranjeras.
En el campo militar, le siguieron sus sobrinos: Carlos y Eduardo Julio González, quienes después de años en la FACH continuaron su profesión en la aviación comercial.
En el campo civil, los pilotos pichileminos son Lino Vargas Jorquera, Humberto Miranda Vargas, Ramón Lizana Galarce, Patricio y Eduardo Saldías González. Todos, excepto el primero, están inactivos.
Otras decenas de pilotos formados en el Club Aéreo de Pichilemu –fundado el 2 de Noviembre de 1964- siguen volando en clubes aéreos más cercanos a la ciudad donde –por razones de trabajo- residen.