LOS GRAFITEROS, EL CHECO, EL FINÉS Y EL (DES) CONTROL
Y ACCIÓN DEL ESTADO CHILENO
La misma alegría que sentimos cuando los grafiteros chilenos, nuestros compatriotas, fueron obligados a “pagar por sus culpas” en el Perú; al igual que el ciudadano checo que “quemó” pastizales en las Torres del Paine, es la sensación que experimentamos cuando el turista finés es conminado a pagar 7 millones de pesos por dañar a un Moai en Isla de Pascua.
Si bien podemos discrepar de los montos o no, lo importante es que han sido sancionados por su delito, porque no es posible que quieran hacer y deshacer –como si estuvieran en casa- lo que muy probablemente también sería motivo de demanda, censura o castigo. Y, sería como mucho, que quedaran indemnes, riéndose de sus gracias y actitudes tan poco civilizadas.
Es muy probable que estas situaciones se seguirán repitiendo en el tiempo; no obstante, creemos que se pueden minimizar si –con la disposición de unos pocos recursos, obviamente menores a los daños que se provocan, para iniciar ya una campaña que informe a los turistas y connacionales de las MULTAS Y PENAS a lo que se exponen quienes inflijan daño al patrimonio protegido.
Para ello, como ejemplo, se podrían distribuir en los Aeropuertos, folletos en dos o tres idiomas, aparte del español, informando de las Prohibiciones, restricciones y peligros ha que están expuestos si no cuidan su comportamiento. Y, además, letreros en los lugares en que hay monumentos, áreas protegidas, etcétera, con una gráfica asociativa, a fin de relacionar y recordar a quienes, por simple comodidad se deshacen de ese material que advierte sobre el tema.
SANCIÓN MORAL
Debemos decir sí, que esa alegría y sensación en nada se compara a la impotencia que se siente cuando funcionarios de diversos servicios del Estado, como autoridades de diversos niveles, actúan con negligencia, displicencia y total inercia ante hechos reales, concretos, provocados por otros agentes del Estado, pese a las denuncias de los ciudadanos que –con rol fiscalizador o no- sienten es un deber DENUNCIAR para que quienes deben actuar, lo hagan efectivamente.
Sin embargo, aquellas denuncias son ignoradas o en el mejor de los casos, actúan cuando la leche ya está derramada. Es más, “lloran” sobre ella y, en algunos casos –cuando se les da la ocasión- se constituyen en un paladín de la justicia cuan Capitán Planeta.
Lamentablemente esos mismos, alertados, no actúan, pese a tener herramientas legales para hacerlo, incurriendo en “notable abandono de deberes” según la Ley de Probidad. Así y todo, pese a las evidencias irrefutables, la mayoría de las veces todo queda en nada, y, los “victimarios” quedan indemnes. En tanto, quienes son los encargados de aplicar justicia –sin actuar, haciéndose los lesos, los sordos- siguen en sus puestos como si nada hubiese ocurrido, durmiendo bien, recibiendo sueldo, transitando por la vida bajo el amparo del poder, pero no aplicándolo para cumplir con la función específica para lo cual se les paga con recursos que ayudamos todos a incrementar.
Quienes osamos levantar la voz, aún ante los oídos sordos, seguiremos atentos –al menos- en denunciar y contribuir a que la historia tenga una pequeña referencia a las excepciones en este mar de ineptitud y desidia del armazón administrativo estatal.