EL PRIMER ENCUENTRO CON EL “TATA” DEL SURF CHILENO Y EL REENCUENTRO EN LA EMBAJADA AUSTRALIANA

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EL PRIMER ENCUENTRO CON EL “TATA” DEL SURF CHILENO Y EL REENCUENTRO EN LA EMBAJADA AUSTRALIANA

 

Cuando nos enteramos de la existencia de surfistas –corredores de olas- en Pichilemu de inmediato recordamos la historia del “gringo barbón, desgreñado y medio loco” que en puro short de baño se metió durante unos meses en las aguas de La Puntilla con una tabla, a principios de los años ’70.

Un relato que conocimos de a lo menos de un par de pichileminos, sin relación alguna uno con otro, que coincidía en un cien por ciento. Y que después corroboramos con la dueña de casa donde aquel gringo había pagado pensión durante su estada en Pichilemu.

Para conocer más sobre él, conversamos también con algunos pescadores y buzos de esos tiempos y éstos recordaban que, efectivamente, durante varios meses muy temprano en la mañana un gringo se metía al mar junto a una tabla y se paraba sobre ella realizando algunas maniobras.

Lo más sorprendente para estos pescadores y buzos no era tanto eso, sino la “pana y resistencia del gringo” para soportar las frías aguas pichileminas, efecto que con traje –si es muy delgado- igual se siente la temperatura helada.

Con todos esos recuerdos nos dirigimos al sector la Terraza para ubicar a estos deportistas. El mar –para suerte nuestra- no estaba con buenas olas, lo que nos permitió encontrar al líder del grupo: Álvaro Abarca Rocabado, quien estaba junto a su fiel compañera, Francisca Laso.

         

 

Álvaro  y Francisca.                 Álvaro y el “Flecha”.               Cristián y Miguel Mandry.

 

Contrariamente a lo que pensamos, nos encontramos con personas sencillas, llanas y fue fácil entrar en una conversación, donde pudimos conocer muchos detalles de su expedición de la costa chilena desde el norte grande, playa por playa prácticamente, en lo que ellos denominaron en la “búsqueda de la ola perfecta”. Y, según ellos, llegaron a Pichilemu donde no solo encontraron la “ola perfecta”, sino al menos dos: en La Puntilla y luego la ola izquierda de Punta de Lobos. Hecho que los hizo proclamar de inmediato que “habían llegado al paraíso del surf en Chile”.

Lo que ya estaban comunicando –vía cartas- a revistas especialidades del mundo; incluso entregando “surf report” de las condiciones de las olas cada cierta periocidad.

Consultado Álvaro Abarca sobre las proyecciones de ese deporte en Chile, nos expresó su convicción de que auguraba un gran desarrollo, señalando que “puede que sea lento, porque de hecho –dijo- yo vengo por varios años junto a otros en Quintero y otras playas de la Quinta Región practicándolo, pero todavía no se masifica. Es por ello –agregó- es que estamos mapeando junto a mis amigos Miguel y Cristián Mandry, además Patrick Irarrázaval, las playas que tienen condiciones para la práctica del surf, e informando de ello. En la medida que esto se difunda, poco a poco este deporte puede masificarse …”

¿Qué posibilidades de realizar un campeonato acá en Pichilemu?

“Estamos planificando para este próximo verano ‘85 un campeonato, pero como no contamos con recursos, será boca a boca, en esta ocasión. Ya empezamos a enviar mensajes a nuestros amigos y conocidos en el norte donde en Arica e Iquique ya hay varios cultores. Y, para el año 1986 haremos un Nacional Abierto donde esperamos apoyo de empresas y otros organismos”.

 

SURF PICHILEMINO

Todo esto es historia, porque Álvaro Abarca realizó el campeonato del año ’85 y durante el ’86 y ’87 el Primer y Segundo Campeonato Nacional Abierto de Surf (los campeones fueron el iquiqueño Ricardo Thomson, y el santiaguino Claudio Izzo, respectivamente), donde apoyamos resueltamente en la difusión a través del Diario La Tercera y del periódico “PICHILEMU” que dirigíamos.

         

Ricardo Thomson, 1986.    Claudio Izzo y fan. 1987.    Livia y Mariana. 1990.

  

Pese a todas las intenciones de expandir y enseñar el surf en el Liceo Municipal –charlas a los alumnos y conversaciones de por medio con el director de entonces- no fructificó la idea. Por otra parte, la idea de asegurar la concesión del mítico “Rincón” creado por Álvaro en la infraestructura de camarines y duchas en La Terraza, a cambio de una inversión para modernizar y ampliar espacios para transformar el recinto en un lugar de más alto nivel, chocaron con los planes municipales y, literalmente “recibió el pago de Pichilemu” y Álvaro Abarca debió emigrar a otros lares.

Junto con lamentar y hacer causa común con la injusticia, felizmente la “semilla” dejada por el deportista cayó “en agua fértil” y el entusiasmo acogido por Tavo y Juan Polanco, Lucho Pérez y otros más, poco a poco, lentamente –junto con los cada vez más numerosos santiaguinos y deportistas de la Quinta región siguieron llegando a las olas pichileminas, todos los cuales contribuyeron a que el entusiasmo fuera creciendo y motivando a otros a aprender el deporte a punta de porrazos y quebrazón de tablas. Pero eso eran nada más gajes del oficio.

Tres años después, la tímida idea de apoyar a los surfistas locales que querían organizar un nuevo campeonato en Pichilemu, motivó a diez pichileminos –con solo cuatro surfistas entre ellos- a crear el Club de Amigos del Surf.

Primero el desafío fue un campeonato nacional; pero el creciente interés apenas se dieron las primeras noticias, motivó a los organizadores a jugársela y organizar el Primer Campeonato Internacional de Surf & Body Board.

Durante cinco años consecutivos –desde el 1990 al 1994- duró este entusiasmo, donde los brasileños, peruanos y argentinos fueron quienes obtuvieron los primeros lugares de estos campeonatos.

De ahí en adelante han venido muchos otros campeonatos y muchas olas bajo las tablas, como también –lo más importante- con varios surfistas pichileminos que están en los primeros lugares en cuanto campeonato se haga en el país. Pichilemu desde el año 1984 a la fecha ha salido decenas y decenas de veces en revistas especializadas del surf de todo el mundo.

La primera fue la revista alemana, GEO, quien incluyó a Pichilemu como el único punto de interés mundial en Sudamérica. ¡Así de simple! Tenemos por ahí una fotocopia de la revista que en su momento nos mostró Álvaro. Todo lo demás, de una u otra manera es el resultado de la labor difusora realizada por éste desde que llegara a Pichilemu. Quiéranlo o no reconocer otros, pero “a lo que es del César al César, y lo que es de Dios, a Dios”, ¿o no?

 

RENCUENTRO

Tras largos años, un abrazo y apretón de manos era lo mínimo. Y después un brindis con un tinto del Valle de Colchagua para dar pie a una serie de apretados recuerdos, donde no podíamos dejar de preguntar por su simpática y buenamoza compañera, a su hija Imara, al tiempo que nos respondía nos presentaba a su hijo menor que es la imagen de Francisca.

Luego, poco antes de retirarnos, tuvimos la ocasión de presentarle a los dirigentes de la Cámara de Turismo de Pichilemu, Diego Bobadilla y José Donoso; agregándose a la conversación María Lina, esposa de Octavio Polanco uno de los discípulos pichileminos de Álvaro. Fue, precisamente María Lina, a quien pedimos nos tomara una foto con esta leyenda viviente del surf chileno y, que Dios mediante, esperamos a raíz de este campeonato mundial en Punta de Lobos, reanude sus viajes a las olas pichileminas. Y quizás, en una de esas –a alguien le caiga la teja- y le tribute el homenaje que –sin duda- Pichilemu le debe.

“Hasta el año pasado, Tavo guardaba una tabla tuya; pero finalmente la regaló …” le dijo en un momento María Lina a Álvaro Abarca.

Ese recuerdo me dio pié a señalar: “Valiéndome de lo que dice María Lina, recuerdo que hace casi cuatro años estando en una reunión con gente ligada a la cultura y al surf, pregunté –y también pregunto a ustedes- ¿Qué ciudad o playa de Chile debiera tener un Museo del Surf? ¿No creen que Pichilemu debiera tenerlo ya, antes que a otra ciudad tenga la iniciativa?

Esta idea la rescaté de nuestra amiga y destacada gestora cultural Gloria Valdés, a quien invitamos el año 2004 a reunirse con gente ligada a la cultura. A la sazón ella era la Directora Ejecutiva de la Corporación Cultural Municipal de Curicó y, aprovechando el vínculo con otro amigo curicano, el diseñador gráfico publicitario, Hernán Martínez, Gloria accedió a ir a Pichilemu y dar a conocer su vasta experiencia como gestora cultural. Entre el rico e impresionante bagaje que nos dio a conocer, nos dijo: “Ustedes tienen muchas cosas a las cuales no les han sacado partido. Todo el patrimonio que les legara el creador del balneario, ponerlo en valor. Washington me ha contado que están trabajando y presionando para lograr el rescate del edificio del casino Ross que recorrí junto a él y verdaderamente está muy deteriorado. Me alegro que estén preocupados de ello; pero aparte de eso, yo me pregunto ¿por qué no han tenido la visión de crear un Museo del Surf. Mi hijo lo practica y lo único que él quisiera es venirse a trabajar acá (estudiaba medicina) para ejercer y surfear”, señaló en la ocasión.

Pues bien, esa idea la volví a plantear en otras reuniones. De hecho lo conversamos con dos o tres surfistas. Conversamos con un estudiante de arquitectura para que hiciera un diseño, quizás –le propusimos- como Memoria de Título. Se entusiasmó y quedó en coordinarse con los surfistas para tomar ideas y darle forma a la idea. Pero, han pasado cuatro años y no ha pasado nada.

Bueno, habrá que seguir esperando, pero la idea hay que trabajarla. Se la reiteramos a los dirigentes de la Cámara de Turismo de Pichilemu, frente a Alvaro Abarca y a María Lina. No es algo imposible, voluntad y presentar el proyecto a financiamiento. Material –por aquí y por allá- hay de sobra.   

Hubo muchas imágenes que se nos cruzaron por nuestra mente, pero no las sacamos a conversación porque ello habría derivado en mucho más tiempo. Y también había que compartir con otras personas.

 

        

      Polinka ante nuestra cámara fue otra: Desafiante, sonriente, espectacular. 1985.

 

No obstante, rescato aquella imagen de esa chispeante y estupenda lola que resaltaba dentro de un grupo de colegialas sanfernandinas en el tradicional “paseo de fin de año” del año 1985.

Estaba cercano a La Puntilla y, a través de mi teleobjetivo veo cómo avanzan por la orilla de la playa, de norte a sur.

Paralelamente veo que vienen saliendo un par de surfistas del agua y me acerqué. Los saludé y les dije que reporteaba para La Tercera y que me gustaría tomarles una foto con sus tablas ahí en la orilla. Prácticamente sin mayores palabras accedieron. Dos o tres tomas y listo. Y enseguida les dije: “¿Si logro convencer a una de esas lolas que vienen allá me prestan un rato una tabla para tomarle fotos parecidas a las de ustedes?”

Aunque ello les demandaría unos minutos, aceptaron. Uno de ellos dijo, que subía al auto a cambiarse y el otro quedó a la espera.

A unos veinte metros entre las que venían en traje de baño, nos llamó la atención una con bikini. Esperé que estuvieran enfrente y las saludé: “Hola, ¿podría una de ustedes ayudarme para unas fotos para el diario La Tercera?. Queremos hacer un artículo sobre surf. A él ya le tomé fotos, pero ahora necesito con una de ustedes, a lo menos”  Y acto seguido dirijo mi mirada en el bikini y pregunto: ¿Cómo te llamas tú …? Entre las risas de las demás y  –quizás- ante la sorpresa, ésta se quedó turbada sin decir palabra, mientras varias dijeron: “Polinka”. Ahí aprovechamos: “Polinka, ¿podrías posar para unas fotos?. Mira se trata de tomar esta tabla, entras al agua y listo. No es más que eso”.

Mientras sus compañeras la animaban, tímidamente preguntó: “¿Pero por qué yo?”

          “Simplemente porque estás perfecta. También le puedo tomar a otras,

pero luego que te tome a ti”.

Sus compañeras seguían con un corito: “Polinka, Polinka, …”

Le extendí la tabla y ésta la tomó. “Mira, no es nada complicado. Camina con ella hacia la orilla. Yo te sigo, luego das vuelta tu carita y sonries. En el agua igual. Aunque debe estar un poco helada trata de sonreir siempre y eso es todo”.

No nos demoramos más de diez minutos en la sesión. Tres o cuatro tomas y listo. Le agradecimos y nadie más quiso repetir la sesión. Todo estaba hecho.

Aquella fue la “primera mujer” que retratamos en Pichilemu con una tabla de surf. Un hecho que en ese momento –aparte de retratar a una hermosa lola quinceañera- quizás no tenía mayor significación; pero en estricto rigor ello posibilitó que se abrieran surcos y motivara a otros y otras con el deporte. Y ella pasó a la historia del surf en esta parte del pais.

Luego vendrían otras, siempre con la idea superior de incentivar el deporte y el turismo. Así, por ejemplo, Marcela Cordero, Verónica Sosa, Marcela Ureta, Pamela Languis, Carola Casanello, Marcela Rivera (la primera surfista pichilemina y la primera en ir a un set de Televisión), Livia y Mariana (foto principal Primer Campeonato Internacional de Surf & Body Board) y Soledad Ahumada, por nombrar a quienes recuerdo su nombre.

¿Qué …?  Ah, de Polinka no supimos más que su nombre de pila (¿dónde estás Polinka?, seguramente –cómo no- casada, con hijos y una linda familia, en un algún lugar). Nunca más volvimos a verla, solo nos dejó el recuerdo fotográfico para la historia.

Volviendo a la realidad,  tal cual lo mencionamos en nuestra crónica –publicada ayer- que da cuenta del lanzamiento oficial del Campeonato Mundial de TOW IN, realizado el martes 29 en la embajada australiana, ahí estuvo Rodrigo “Flecha” Escobar, también surfista de la vieja guardia, pero discípulo de Alvaro y otros, quien es un hombre que está involucrado –de alguna manera- en los campeonatos que a nivel internacional se están realizando en Chile. Y por esa misma causa, el hombre es requerido. Eso nos impidió seguirle la pista y saludarlo, pero lo tenemos en nuestros archivos –por ahí- junto al propio “Tata”.

También, al menos nos saludamos, con Mich Anderson, Francisco Espejo, Dieter Linneberg, el “Coco” Goméz a quien no conocíamos personalmente, pero si su nombre, a la Paola Estrada –ahora como dirigente del Club de Surf “Punta de Lobos”- y a quien la conminamos a trabajar en la Cámara de Turismo a la cual pertenece.

También, ya cuando vamos saliendo, se nos acerca a saludarnos Carlos Lara o Max Mills (su segundo nombre y segundo apellido, con el cual firma sus fotografías y obras).

A Carlos Lara lo conocí cuando apenas sabía “tomar la tabla de surf”. Llegó a Pichilemu sin saber nada, pero aprendió y luego se transformó en un “soul surfer” –según declaró en una entrevista que le hicieron- y se dedicó a surfear y tomar fotografías en olas de varios países del mundo. Volvió a Pichilemu y nos regaló algunas fotos a cambio de incluirlo en los créditos. Fue así como incluimos una de sus fotos –la principal del Afiche del Segundo Internacional de Surf & Body Board, el ’91- como también en postales que editamos y e fotos enviadas a la prensa (Diario El Mercurio y La Tercera).

De una y otra forma, también ellos forman parte de la historia del surf en Pichilemu que, algún día, se deberá escribir. Mientras tanto estos apuntes al pasar…..  


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