NACIONALIZACIÓN DEL COBRE, LA “ESCONDIDA” Y LA JUSTICIA

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NACIONALIZACIÓN DEL COBRE, LA “ESCONDIDA” Y LA JUSTICIA

 

“No solo de cobre vive el hombre” se podría decir por estos días donde diferentes agrupaciones se aprestan a recordar aquel día en que “la viga maestra de Chile” fue nacionalizada por el Presidente Salvador Allende Gossens.

Curioso por decir lo menos, que hasta ahora se sepa de organizaciones “no tradicionales” sean las que están preparando estos festejos a lo largo del país y no sea un Partido Político. La explicación sea –quizás- que aquellos partidos políticos que apoyaron la nacionalización del cobre hoy están “en otra”. No les preocupa, total ellos están bien, son parte del poder y mal que mal no les ha ido tan mal con quienes explotan los grandes yacimientos en el país ¿O no?

Ellos, al contrario, hoy apoyan que una compañía extranjera como Barrick Gold venga a Chile y explote el mineral de oro más grande del mundo y no importa que para ello tenga que “sacrificar” glaciales –que son fuentes de agua, cada vez más escasa en el mundo- y para acallar las protestas de las comunidades que serán afectadas, los compren con “unos dólares más”. Y, san se acabó.

El Presidente Eduardo Frei en su gobierno se atrevió “simbólicamente” a chilenizar el cobre. El Presidente Allende fue más lejos y lo nacionalizó un día 11 de Julio de 1971.

Pero al cabo de los 37 años de aquella fecha histórica –según las cuentas que algunos sacan- en el gobierno militar el capital foráneo ha recuperado el 70% de esa riqueza básica. En tanto, la empresa estatal CODELCO solo explota el 30%.

Por ello, éstos señalan que “la gran tarea del futuro, será recuperar TODO nuestro COBRE porque es chileno y nos pertenece”.

Así lo indica una proclama inserta en el programa conmemorativo que está preparando la Agrupación de ex Presos Políticos de Pichilemu.

Sin embargo, cabe preguntarse de qué cobre se está hablando, porque ha de saberse que cada vez, queda menos cobre, las leyes de los minerales hoy en explotación son cada vez más bajas y por ende, los costos de producción son cada vez más altos. Agréguese a estos componentes, a las desmedidas “pedidas” de los sindicatos donde sus argumentos son respaldados por quemas de buses, ataques a los mismos trabajadores, bombas incendiarias.

Ellos quieren un salario justo, pero luchan por “su salario justo” y si el cobre es de todos los chilenos el salario justo debiera SER JUSTO PARA TODOS. ¿O no?

Y ante la afirmación de que el cobre es chileno y nos pertenece a todos, ¿qué pasa con los demás minerales que están siendo explotados? El molibdeno, el manganeso, el níquel, la plata y el oro, por ser los más conocidos y de más alto precio en el mercado, qué pasa con ellos?. ¿Estos minerales no serían de todos los chilenos? Y si así es ¿dónde están los políticos que están callados y no dicen nada al respecto?

Para que sepan, en “cada palada de concentrado de cobre” no solo va COBRE. Van casi todos los minerales mencionados.

Porque Chile –mejor dicho CODELCO- no adquiere tecnología, extrae cada uno de ellos y lo comercializa por separado. ¿A quién se le podría pedir eso, si no es a CODELCO? Porque hoy es impensable que se le quiera pedir a las transnacionales que explotan el Cobre el la Mina de Cobre más grande del mundo que es ESCONDIDA, en la Segunda Región.

El día en que el pabellón patrio flameo (casi) en lo que era el Proyecto “Mina Escondida”. Un día domingo –como a las 17 horas- un grupo de profesionales, administrativos y trabajadores, en sus horas de descanso decidieron simbólicamente “nacionalizar”. Ahí estuvo “pichilemunews”, el año 1983, para dejar el testimonio para la historia. Atrás, los cerros llenos de cobre que hoy son solo parte del recuerdo. ¡No existen!

 

LA “OTRA” NACIONALIZACIÓN

Pero llegaremos hasta acá en lo que planteábamos. Es inútil abogar por ello ya que en el Gobierno no hay socialistas, menos comunistas, como aquellos que hace 37 años celebraron la nacionalización del cobre.

Concluimos este artículo recordando la “NACIONALIZACIÓN SIMBÓLICA” que unos pocos chilenos hicimos del Proyecto “Mina Escondida”, que años más tarde se convirtió en Mina ESCONDIDA.

Ello sucedió a poco más de dos años de ser descubierto el mineral, en el Hold Nº 6, en el Cerro Colorado, a 180 kilómetros al sur este de Antofagasta, sobre los dos mil metros sobre el mar.

Fue un día domingo –como hoy- laboral en un campamento minero, en etapa de exploración; y donde entre todos los que allí laboraban, por turnos diurnos, el staff completo no superaba las ochenta personas. Ello incluía el Jefe del proyecto –el canadiense y geólogo Pat Burns- un sub jefe chileno, también geólogo José Miguel Ojeda- geólogos, topógrafos, dibujantes, administrativos, muestreros y personal de servicios (cokkies), entre otros, de mantenimiento.

  

En Marzo de 1982, se inauguró un monolito en el Pozo 6 donde se registró leyes que mostraban la presencia del cobre en el Cerro Colorado –al lado- y que derivó en el Proyecto Mina Escondida. Hoy la mina de capitales australianos que produce más cobre fino en el mundo.

El día domingo se trabajaba hasta mediodía. Luego se almorzaba y recuperaban energías, siempre almuerzos y cenas –dos platos- pan, postre y jugo donde algunos comían y/o se servían a destajo. Algunos al extremo que, cuando se servían duraznos al jugo, los tarros de crema que se ponían para que cada uno le pusiera a su gusto, no faltaba quien se acaparaba el tarro y embadurnaba los trozos de duraznos en el tarro; impidiendo que otros pudieran sacar crema. Y el que se atrevía a hacerle ver “lo poco ubicado”, la respuesta más suave, era: “Pídete otro tarro ..” (Parte de la idiosincrasia de algunos).

Tras el opíparo almuerzo cada uno tenía libre para dedicarlo a lavar su ropa, descansar (leer, dormir, escuchar música).

No eran más las alternativas en un principio, aunque poco a poco, llegó la televisión, mesas de ping pong, cartas, pudiéndose entretener hasta esperar la cena y luego irse a dormir.

De cuando en vez, algunos pocos tenían la suerte de ser invitados por algún geólogo a ir a los salares cercanos, ya a acompañarlo a alguna tarea específica o sencillamente en plan de esparcimiento. Dos o tres veces junto a otros compañeros tuvimos esa suerte, llegando en una ocasión –la última vez- a la base del Volcán Llullaillaco, en cuyo camino de acercamiento avistamos “llamas” pastando. A lo lejos, porque si intentábamos aproximarnos huían.

Fue después de aquella ocasión, cuando lo comentábamos en la cena, cuando un topógrafo se entera lo cerca que estuvimos del Volcán, nos dijo algo que nos paralizó: “Nunca nadie les advirtió que aquellos sectores próximos a la frontera están minados…”

¿Verdad o mentira?. Lo cierto es que varios le dimos vuelta al asunto. Y luego salió a colación la muerte de personas que por solo el hecho de salir a “echar la corta” fuera de la ruta-camino, habían resultado heridos de consideración, incluso algunos perdido la vida, al explotarle una mina.

Desde aquella vez nunca más aceptamos salir una tarde dominical.

Pero bien, esa vez que se nacionalizó la ESCONDIDA no salimos a ninguna parte. Simplemente nos quedamos en el Campamento cuando a alguien, no recuerdo a quién fue exactamente, se le ocurrió nacionalizar simbólicamente a la Escondida.

En un dos por tres, apareció papel de color, pegamento, tijeras. Tres o cuatro estuvieron en esa tarea, pero de a poco los demás se fueron enterando y cuando ya estuvo lista éramos varios quienes entusiasmados esperábamos verla flamear. Se buscó un palo a manera de “asta”, pero no había ninguno adecuado. De tal forma que una vez lista y ya seco el pegamento, con mucho cuidado tomado por sus puntas se salió a exterior de las oficinas para rubricar ese “momento histórico” para dejarlo para la posteridad.

  

  Durante el primer año y parte de 1982, los trabajadores compartían 2×1 una de estas cabinas.  Después se construyeron unas más grandes y más comodidades. La foto muestra una vista parcial de ellas con los cerros de telón de fondo. Al lado, refrescándonos en un arroyito junto

a bofedales a los pies del Volcán Llullaillaco.

 

Y si decimos con mucho cuidado fue por el viento de la tarde –tipo 17 horas- donde en un dos por tres podía hacer añicos nuestro improvisado emblema patrio.

Un par de voluntarios se dio a la tarea de ir cabina tras cabina invitando a quienes querían “salir en la foto” histórica. Unos salieron entusiasmados, unos pocos prefirieron seguir durmiendo o haciendo sus cosas.

En otras circunstancias podría no haberse hecho este arranque de patriotismo espontáneo; pero ese día domingo todos los jefes estaban con descanso en la ciudad de Antofagasta u otro lugar. Y quien estaba a cargo, un chileno “buena onda” apenas supo qué estaba pasando se sumó a salir en la foto.

Todos nos juramentamos –poco menos- de no comentar esta “experiencia peligrosa”, que eventualmente podría acarrear secuelas más adelante. Y de verdad hasta que nos vinimos (o nos vinieron, mejor dicho) nunca salió a la luz este momento en que por breves instantes la ESCONDIDA era de verdad chilena.

Casi un año después “pichilemunews” –parte de diez sobrevivientes- a una demanda de pago de horas extras por trabajos que nunca fueron pagados, pusimos una demanda en los Tribunales de Antofagasta.

Aquellos diez fuimos despedidos el 28 de Diciembre de 2003, cuando la empresa –primero- nos avisó a nueve de quienes estábamos demandando a la empresa, que nuestro abogado nos esperaba a las 18 horas en su oficina en Antofagasta.

Se nos liberó a mediodía y, después de ducharnos y almorzar se nos puso un vehículo –un car all- a disposición para que estuviéramos a la hora en la oficina del abogado.

Llegamos a la hora precisa. Cuando golpeamos la puerta, el abogado nos dijo: Hace apenas diez minutos que me llamó mi colega –abogado contraparte por parte de la Minera- y me avisó que ustedes estarían como a las seis de la tarde. Y lo otro, que las diez personas en conflicto con la empresa están despedidas desde hoy. Y que desde hoy mismo pueden firmar el finiquito…”

Nuestra reacción casi al unísono fue: “Pero cómo, usted no nos mandó a buscar, pues eso se nos dijo. Que usted nos necesitaba y que habían novedades…”

          “Lo único que sé de esto es lo que acabo de decirles. Y algo más: Que si alguno de ustedes no está dispuesto a firmar el finiquito, están dispuestos a alargar el juicio todo lo que sea necesario …”

          ¿Qué significa esto?

          Sencillo, ellos ofrecen pagar todo lo que corresponda legalmente. Y por las horas extras que son materia del juicio, un porcentaje que alcanza a …”

Un sobrevuelo por los cerros aledaños y que hoy no existen pues la explotación del mineral los hizo desaparecer.

 

Cabe señalar que cuando surgió el reclamo laboral por el pago de horas extras, todos los trabajadores del campamento, unas setenta personas aproximadamente, reclamaron ese derecho. Solo se exceptuaron los jefes, geólogos y algunos pocos que tenían un “contrato especial” que cubría todas las horas de trabajo que fueran necesario, aunque excedieran a las normales.

Ante ello, la empresa ofreció “arreglar” pero lo que ofrecía –bajo la firma de un documento- era una suma irrisoria a lo que correspondía en cada caso. Así las cosas y conminados a ir a exponer su situación a la oficina en Antofagasta, de todos los que reclamaban quedamos solo diez personas que no “arreglamos” e interpusimos una demanda.

Primero, alguien nos recomendó a un “probo profesional” y de reconocido prestigio en la plaza. Conversamos con él, exponiéndole la situación, y tras señalarle que teníamos pruebas donde el jefe del Proyecto reconocía las horas trabajadas, pero que no estaba facultado para pagarlas, nos dijo: “Es una situación interesante y muy favorable lo que me informan. Además hay otro aspecto: El extranjero cuando se le demuestra que está equivocado en su trato, que actúa fuera de lo legal, lo reconoce y hace todo lo necesario para subsanar aquella situación. Es por eso que tengo fe en que interponiendo una demanda lo más seguro es que la demanda se falle a vuestro favor. Ahora, si en caso que no sea así, yo no cobro. En otras palabras, si ganan yo gano. Al contrario, si pierden, todos perdemos”.

En la situación positiva sus honorarios serían los que legalmente corresponde. Un porcentaje igual, de cada suma a percibir por cada uno de los diez demandantes y que fue acordado unánimemente.

Todas las sumas eran diferentes, porque cada uno desarrollaba labores distintas y, también, las horas extras reclamadas, eran distintas en cantidad.

 

Pero no todo estaba dicho. Cuando le preguntamos al abogado que nos diera un ejemplo de cuánto efectivamente significaba monetariamente lo que recibiría cada uno de nosotros, sacó las cuentas. Sumó un mes por año, vacaciones proporcionales, más lo que ofrecía la empresa por las horas extras, da una suma de tanto. “A eso hay que restarle mi porcentaje por mis honorarios ..”, dijo con seguridad.

“¡¡QUÉ!! Y por qué si en este caso no hemos ganado nada. Firmar el finiquito significa transar de acuerdo a la empresa. No lo que nosotros estamos reclamando en cada caso, que es bastante más de lo que nos ofrecen”, respondimos.

          “Es que no es así la situación, porque si ustedes no firman la empresa igualmente los despedirá y –según lo que han anunciado- alargarán el juicio hasta dónde ellos quieran. Si no firman, pues bien, ustedes verán qué hacen”, nos señaló molesto por nuestra actitud.

          Nos miramos unos a otros y viendo que de los diez, solo dos eran de Antofagasta (quienes podrían aguantar en mejor forma un juicio sin fecha de término cercana), finalmente nos allanamos a firmar en las condiciones impuestas. Y con el dolor de cada uno tuvimos que pagarle al profesional. Le tuvimos que pedir comprobante y buscó hasta que encontró unos talonarios amarillentos –hasta con perforaciones de polillas- y cada uno nos dio una Boleta con el monto correspondiente al descuento por “Honorarios profesionales”.

Dos cosas más: “Al ir a las oficinas de la empresa minera, en Santiago, para solicitar un Certificado de Despido, salió uno de los gerentes a “mostrar la evidencia de más peso que teníamos: una cassette”, y que había sido entregada como “hueso santo, a nuestro abogado”.

Este mismo brillante profesional, años después, fue el primer gobernador de Antofagasta nombrado por el Presidente Aylwin, al llegar la democracia.

“Justicia divina”, como dijo alguna vez el bien recordado comentarista deportivo Julio Martínez.

 


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