A treinta años de su descubrimiento
DESCLASIFICAMOS ARCHIVOS “WIKILEAKS” DE LA MINA “LA ESCONDIDA”
Para casi un medio centenar de compatriotas que estuvieron haciendo patria –hace treinta años- en lo que era “La “Escondida”, descubierta en el mes de Marzo de 1981 y que en los siguientes años se transformó en Minera Escondida, a 180 kilómetros al sur este de Antofagasta y a algo más de 3.000 m. s.n.d.m., el próximo 19 de Marzo será memorable.
En efecto, pues en un establecimiento antofagastino se reunirán –ojalá la mayoría- en un encuentro de camaradería que les permitirá rememorar tanto recuerdos laborales como de experiencias de aventureros y pioneros de aquellos tempranos días de vida de lo que más tarde se transformaría en uno de los yacimientos de cobre más grandes del mundo.
La condición de campamento básico inicial, también experimentaría mejoras significativas, con dormitorios, servicios higiénicos y otro tipo de comodidades, incluyendo amplios comedores, salas de juego y salas de estar.
Eso sí, desde siempre, las vituallas (alimentación) de lo mejor y en abundancia.
Pero aparte de estos recuerdos que aflorarán, sin duda –como ha estado aconteciendo a través de los contactos que van apareciendo en internet- estarán, para algunos,los recuerdos hacia la “Eliana”, para otros el “Crazy” y su amplio batallón de chicas lindas, muchas de las cuales –de estar con vida- serán hoy quizás abuelas, según el recuerdo de uno de los porteadores a la fecha.
Otros recordarán a la “Perla”. No a la “perla del norte” como históricamente se ha denominado a la ciudad de Antofagasta, sino a esa hermosa curicana (al menos así lo decía ella) que –en la noche- se transformaba en “Perla”: una morena espectacular, con un cabello azabache hasta su cintura de avispa, la que luego seguían en unas caderas y piernas perfectas, como confeccionadas a mano.
Era del lugar –un Café con piernas de los primeros de su generación- que por esos años comenzaban a establecerse en la nortina ciudad y Perla la chica que sin duda acaparaba la mayor cantidad de miradas y que todos querían tener en su mesa después de finalizar su baile de diosa.
Para la envidia de muchos, uno de esos compañeros que tuvimos en la “La Escondida”, un día llegó de su descanso contando que había establecido amistad con la “Perla”.
Aunque incrédulos al principio, muchos no pudieron con la curiosidad y procedieron a asaltar de preguntas al feliz afortunado, inquiriendo toda clase de detalles, muchos de los cuales, por razones obvias, permanecieron en estricta confidencialidad. Otros, definitivamente sin respuesta.
Los más incrédulos menos le creyeron cuando, al cabo de varias semanas, en su siguiente descanso, este compañero confidenció a sus más cercanos que efectivamente estaba “pololeando” con la Perla, transformándose así en el súper héroe del grupo con grado de dandy por aclamación.
Uno de mis mejores amigos en “La Escondida”, que residía en Antofagasta producto a que se había llevado a su familia a vivir allá, me comentó varios meses después que nuestro común amigo, transformado en “dandy”, le había presentado a “Perla” y confirmaba que realmente era espectacular.
Sin embargo, en otra ocasión -prosiguió este amigo- “en un descanso en que coincidimos libres en Antofagasta, lo invité a almorzar a mi casa junto a su “polola” y pese a que fue con ella, pasaron varios días, hasta estar nuevamente en el trabajo, en terreno, cuando vine a saber que realmente era la misma “Perla” que yo había conocido en el Café.
Claro, en mi casa, delante de mi señora y durante todo el tiempo en que permanecieron en ella y luego de una ida a la playa de la Portada, no pude salir de mi asombro y dudas.
No se parecía en nada a la “Perla” que yo había conocido y pensaba que, quizás, como nuestro amigo era “picado de la araña”, podía haber ido con otra polola; pero no. Era la misma según me explicó. La diferencia entre una y otra “Perla” era simplemente que –la primera- estaba maquillada y sin la peluca que usaba para sus performances. Y claro, sin maquillaje y otros aderezos, era más normal y ya no parecía tan espectacular”.
Bueno, este archivo desclasificado es uno de los tantos sabrosos recuerdos que tiene en su mente “pichilemunews”.
Como otro, de uno de los jefes gringos que estaba obsesionado con conocer Brasil y sobretodo ir al Carnaval, hasta que se dio el gusto y fue a conocer no solo las playas cariocas, sino a las “garotas y mulatitas” de todos los colores. Al punto que llegó contando maravillas y por varias semanas el único tema de sobremesa era su viaje al Carnaval de Río. Y a sus íntimos le comentó que “se había pinchado” a una brasilera de miedo, todo en un español chilensis.
El gringo pasaba por actor de cine, así que muchos le creyeron su aventura, aunque unos pocos quedaron un tanto metidos, dudosos.
Pero la verdad es que el gringo “se las traía”, pues al poco tiempo se supo que había traído a la brasileña a Antofagasta.
Es más, la alcanzamos a conocer en uno de los últimos paseos de la empresa que hizo el año 1983 a la playa de Hornitos, en el que participamos.
La verdad que era una morena de miedo, de casi dos metros de altura, con un cuerpo de diosa. Así se veía en sus jeans blanco invierno, que todo el mundo esperaba que se los sacara y quedara expuesta en su diminuta tanga estival, prototipo del país carioca, pero –al parecer- todo estaba planificado para que ese regalo fuera exclusivo. Y nos quedamos con cuello.
Hay muchas historias de esos tiempos, como aquella en que una tarde dominguera, tras el almuerzo (se trabajaba solo media jornada en días domingo), un geólogo nos invitó a dibujantes y muestreros a acompañarlo a ver un sector hacia la Cordillera, donde destacaba ampliamente el Volcán Llullaillaco.
No menos de seis compañeros lo acompañamos en el Jeep. Primero al Salar de Punta Negra y luego de hacer “lo que tenía que hacer”, el geólogo nos dijo: “Ya cabros, hacia dónde vamos”. Sin ponernos de acuerdo, casi al unísono dijimos: “Al volcán …”
Y hacia allá nos dirigimos, viendo en nuestro recorrido a algunos guanacos que pastaban tranquilamente a la distancia; pero al sentir el ruido de motor se alejaban.
Mientras continuábamos sin parar, de cuando en cuando caíamos –en un terreno aparentemente plano, sin baches- a hoyos que hacía pegarnos en la cabeza en el techo del Toyota.
Nuestro viaje llegó literalmente al pié del volcán Llullaillaco, donde estuvimos refrescándonos con el agua de un pequeño arroyo que venía de quién sabe desde qué lugar, o quizás era un afloramiento de agua de alguna napa subterránea.
De regreso en el Campamento al comentar nuestro viaje, a la hora de la cena diaria, muchos nos dijeron respecto de los “hoyos” que eran de “churules”, un animalito más grande que un ratón que hacía cientos de túneles y que al pasar un vehículo iban hundiéndose con el peso y de ahí los constantes golpeteos en nuestro camino.
Pero sin duda, lo que más nos impactó, fue la reacción de algunos topógrafos más conocedores de la zona, quienes nos dijeron que “porqué nos habíamos expuesto en esa zona próxima al Volcán, que estaba “minada” y que era muy peligroso andar por ahí”.
Gracias a Dios, aparte de los cabezazos, nada que lamentar; pero nunca más se nos ocurrió arriesgarnos en un viaje por esos lados …
Otra tarde dominguera, alguien –mientras almorzábamos- se pregunto ¿qué haremos en la tarde …? Y por ahí surgió en forma espontánea: “nacionalicemos simbólicamente la Mina …”
Y sin decir más, varios tras reposar el almuerzo nos fuimos a confeccionar una bandera chilena en papel y luego de que se secara el pegamento y afirmándola por todos lados salimos a uno de los patios a fotografiar ese instante “de libertad”, donde muchos quisieron ser parte de esa maravillosa ocasión.
Algo que nació de una humorada, aprovechándose que no había “moros en el desierto”, pues –como pocas veces- había solo trabajadores, técnicos, profesionales y administrativos chilenos en ese instante.
Una historia que ya hemos contado y que está en los archivos de “pichilemunews” y que, lógico, se puede buscar para leer con más detalles.
¿Qué será de los hermanos Espinosa, de los hermanos Rojas? Del “Verita”, del “Akito”, del “Pluto y/o Jerry” (tenía un parecido a Jerry Lewis), del «220» y “380”, del “Cokkie” Saturnino y sobrino Jaime Rivera, del “Maita” un fanático hincha de Deportes Iquique, del otro fanático e hincha de la “U” –Francisco Prieto- y que para colmo le salió un hijo colocolino (uno de los arqueros actuales de Colo Colo). Qué de los dibujantes, Ernesto Ríos –el jefe- Gabriel Zúñiga, Marcelo Bonilla, Héctor Aguilera, Danilo Vera. Los topógrafos Amable Rojas –uno de los más antiguos y con más experiencia- Mario Urqueta, Nivaldo Rojas, entre otros. Los administrativos: Sergio Valenzuela –el Jefe de Operaciones- el Ronaldo Maita, el “Chico” Raúl, el Guatón Álvarez. ¿Y los geólogos: José Miguel Ojeda –con el que llegamos el mismo día al campamento- José Perelló, Ricardo Muhr, Cristine, Nolda Lay –la que encontró el amor- con el geólogo inglés Chris Forf y con el cual se casó posteriormente. También Carlos Alcayaga, el geólogo norteamericano brasileño Do Santos. Y el jefe del proyecto Escondida, el geólogo canadiense Pat Burns. Y tantos más ….
Como no recordar a uno de los tantos obreros que -de Taltal- había llegado a trabajar a La Escondida, con una particularidad admirable. Era Ricardo Figueroa, un hombre sencillo, quitado de bulla, pero con un talento que más tarde descubrimos.
Era un poeta y compositor –sin escuela- con una facilidad única para hilvanar y engarzar palabras, construyendo hermosos versos que tuvimos ocasión de conocer. Más aún, leer la letra de dos o tres canciones –que según él- tenía la esperanza de hacérselas llegar algún día a la sensual cantante española Rocío Jurado.
¿Por qué a ella? Pues las canciones estaban –según él- hechas para ella, con una temática hot pero con un lenguaje y palabras “medidas” que no alcanzaban para sonrojar; pero que sí decían claramente un mensaje amoroso a la vena.
Poco antes de dejar de ser parte de ese proyecto minero, escribimos un artículo en La Tercera dando a conocer a este trovador nortino, sin saber posteriormente qué resultado tuvo con la publicación, en donde pusimos parte de esas sugerentes frases salidas de la creación de Ricardo Figueroa.
Pese a las largas jornadas laborales -que después eran compensadas con los correspondientes días de descanso- siempre afloraba el humor o surgía la historia, el pelambre que pasaba de boca en boca, muchas veces causando la molestia y/o enojo momentáneo –cuando se enteraba el protagonista- como el de aquel que supuestamente fue sorprendido “elevando volantín” en su pieza. O de aquel “sonámbulo” que atravesaba en la noche hacia otra pieza para dejar trabajo avanzado estudiando un “testigo”.
O de aquel que tenía una colección de “calcetines parados” en el piso de su habitación y que le hacía el quite al vital elemento.
El 19 de Marzo, según me informo, estarán muchos. En tanto nosotros haremos lo posible por ir también.
Quizás otros estarán sonriendo y alegrándose desde un lugar insospechado, como es el caso de nuestro ex compañero Jaime Godoy Mercado, oriundo de La Serena, que por los contactos que hemos retomado después de casi treinta años, con sus cercanos, nos impacta al enterárnos que murió hace años en forma repentina en su tierra natal.
Hoy, por las noticias que hemos conocido y mails, muchos ya no trabajan en La Escondida, aunque varios siguen ligados a otras empresas mineras. No en vano han pasado ya tres décadas, donde ha fluido mucha agua –y también otros líquidos- por cada uno, y donde casi todos ya tienen hijos adultos, jóvenes, profesionales que se desempeñan en diferentes lugares. Como también, otros ex compañeros que siguen retirados de la minería, en otros rubros, relajadamente viviendo la vida.
Muchas historias que, Dios mediante, estaremos conociendo al compartir próximamente.